Jesús se aparece a más de quinientos hermanos en Galilea

1. La reflexión sobre la Palabra de Dios:
“Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. (Mt 28, 16-19).
“El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado. Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las manos y, aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. (Mc 16, 16-18)
Y Jesús dijo: “Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt 28, 20) Jesús estaba con los apóstoles, y Él está con nosotros también, pero también nosotros debemos estar con Él. Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Heb 13, 8). Su promesa es verdadera hoy en día también, pero la condición es predicar el Evangelio en el poder y estar dispuesto incluso a poner la vida por su causa y por causa de Cristo.
El primer milagro fue la curación de un paralítico (Hch 3, 6): Pedro y Juan testificaron de este milagro ante los sumos sacerdotes: “Ha sido en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, que este hombre está de pie sano en vuestra presencia”. (Hch 4, 10-12)
Tabita fue resucitada a través de la fe del apóstol Pedro (Hch 9, 36 ss.) y un joven llamado Eutico fue resucitado a través de la fe del Apóstol Pablo (Hch 20, 7 ss.).
“Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que hasta llevaban pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo para ponerlos sobre los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían de ellos”. (Hch 19, 10-12)
Pedro testificó de Jesús en la casa de Cornelio: “Dios le levantó … nosotros comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos”. (Hch 10, 40 ss.)
El apóstol Pablo escribe: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo”. (Ro 10, 9)
Cerca de 20 años después de la resurrección de Cristo, Pablo testificó a los Corintios: “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez (en Galilea), de los cuales muchos viven aún”. (1 Co 15, 1-6).
2. La recitación de la Palabra de Dios (5 min):
Todos repetímos: “Cristo apareció en Galilea a más de quinientos hermanos a la vez”.
3. La oración de acuerdo a la Palabra de Dios (5 min):
Todos decimos juntos: “Ye-ho-shu-aa-aa-aa [*]” y uno añade: “¡Que llevemos a cabo nuestra misión en el mismo poder que los apóstoles y los mártires!”
“Señor, me has mirado a los ojos”
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[*] La pronunciación original del nombre de Dios, como los contemporáneos de Cristo lo han pronunciado así como la Virgen María, suena “Yehoshua”.
La “h” en el nombre Yehoshua se pronuncia aspirada igual que en alemán e inglés (por ejemplo en la palabra “holy”).
¿Cómo invocar el nombre de Dios con la fe? Al exhalar pronuncia la sílaba “Ye” y date cuenta de la presencia de Dios el Padre; al exhalar el segundo tiempo, pronuncia la sílaba “ho” y date cuenta de la presencia de Dios el Hijo; al tercer tiempo “shu” y date cuenta de la presencia de Dios el Espíritu Santo; y finalmente exhala “aaa” sin producir un sonido. Entonces después de inspirar exhala “aaa” otra vez, y luego la tercera vez tratando de experimentar personalmente la verdad dada.
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