Saltear al contenido principal

Bienaventurados los de limpio corazón (Mt 5, 8). Carta a los religiosos y sacerdotes

Este video se puede ver también aquí:  https://rumble.com/v17rll3-bienaventurados.html   
https://ugetube.com/watch/yo45JS6FxMqregD   
https://cos.tv/videos/play/36746328562242560   https://youtu.be/bKrrgy8vmFQ   
https://www.bitchute.com/video/sHecMOc9hvzF/   

Voy a hablar de la pureza de corazón como un monje de 76 años, después de 50 años de sacerdocio. Primero, hay que saber lo que el mismo Señor Jesús dice acerca de la pureza de corazón. En relación con el peligro del pecado contra la pureza, da un ejemplo ilustrativo sobre cortar la mano o el pie, y sacar el ojo.

A los dieciséis años leí literatura preconciliar que aclaraba con veracidad esta esfera moral. Era el libro checo «Mladý muž se dívá do života» (Un joven mira la vida) del cardenal František Tomášek, «Čistým duším» (A las almas puras) del profesor y sacerdote Čeněk Tomíško, «Čisté dospívání» (Castidad y juventud) del obispo Tihamér Tóth, y otros. El tema de la homosexualidad, la transexualidad u otras desviaciones sexuales no se abordaba en absoluto en los libros. Este problema no existía en aquel entonces. Los libros dieron tal vez solo una breve advertencia acerca de la homosexualidad de acuerdo con la Biblia. La inmoralidad sexual fue categóricamente rechazada. También se prohibieron las películas inmorales y toda la pornografía. Se advirtió a los jóvenes que evitaran la ocasión próxima de pecado. Bajo ninguna circunstancia se puede jugar con este peligro. La literatura preconciliar ofrece ejemplos muy alentadores de verdadero heroísmo vinculado a la pureza de corazón. Esta lucha se compara ahí al heroísmo del martirio incruento. Esta literatura mostraba una relación con la formación moral y espiritual del joven en su conjunto.

Se desprende claramente de Sagrada Escritura y la enseñanza católica que las relaciones prematrimoniales íntimas son un pecado grave. El pecado de la masturbación también se califica como pecado grave. Solo se explica que en algunos casos puede no ser pecado grave. En esta lucha tan difícil consigo mismos, se aconseja a los jóvenes que se confiesen lo antes posible después de la caída, que reciban la Sagrada Comunión con la mayor frecuencia posible como medida de precaución, así como que tengan devoción a la Madre Inmaculada de Jesús. Basándose en su experiencia, algunos autores recomiendan la práctica de rezar tres Avemarías diarias para la protección. Otros recomiendan consagrarse a la Madre de Dios siguiendo el método de San Luis María Grignion de Montfort. En esta lucha por la pureza de corazón hay que pedir también la ayuda de Dios, porque no es solo una lucha contra los deseos desordenados. A menudo hay un ataque de fuerza invisible —un demonio inmundo— detrás de ellos. En el Evangelio, Jesús habla muchas veces de un espíritu inmundo. Él liberaba a las personas esclavizadas por demonios inmundos de su servidumbre. También nos enteramos que los demonios inmundos frecuentemente causan enfermedades, como sordera, mudez, ceguera, parálisis…

El pecado repetido se convierte en un hábito. Esto debilita y altera la psique. Por lo tanto, un demonio puede entrar fácilmente y controlar la voluntad de la persona esclavizada. La curación de la psique es a menudo un proceso largo y, en proporción a esto, los ataques del espíritu inmundo van disminuyendo.

La lucha por la pureza de corazón requiere el radicalismo evangélico. Esto significa, sobre todo, evitar la ocasión próxima de pecado. Hay que distanciarse de las películas inmorales, la literatura, la pornografía. Hoy en día, estas cosas son accesibles a todos, incluidos los niños, a través de Internet. Por lo tanto, es necesario imponer la censura para evitar la propagación de la inmoralidad. El valor moral del ser humano y la salvación del alma son de importancia primordial.

El otro gran mal es la desmoralización deliberada de los escolares, e incluso de los niños pequeños, a través del sistema educativo modificado. El pecado no se llama pecado. Está justificado. Lo que es más, los niños son literalmente inducidos a cometer pecado. Este es un crimen contra la generación joven y la sociedad en su conjunto. Una persona subyugada por pasiones impuras pierde la fe en Dios y evita todo lo que pueda despertar su conciencia respecto a su pecado y sus consecuencias. Las pasiones impuras van de la mano con otras adicciones, embotando la conciencia y la mente. A menudo suelen asociarse con el alcoholismo, la drogadicción, el ocultismo, el cinismo, la música decadente, la rebelión contra Dios, el crimen, el satanismo… Podemos ver que el matrimonio no es la solución. Las estadísticas sumamente preocupantes del aumento de las tasas de divorcio son prueba de ello. Ni siquiera el sufrimiento de los niños que pierden su hogar es capaz de detener el divorcio de los padres. La pasión y el pecado son aún más fuertes que el amor paternal.

En el matrimonio sacramental, esta fuerza sexual está regulada y relacionada con el autosacrificio, la fidelidad conyugal, la crianza de los hijos y la responsabilidad por la familia. El amor sexual (eros) tiene un orden natural y moral en el matrimonio, y con la edad se convierte en amor amistoso (philia) o, en otras palabras, en fidelidad hasta la muerte. Los cónyuges que observan las leyes de Dios se sacrifican el uno por el otro y juntos por sus hijos. Aquí, philia se convierte en ágape: amor divino. Se aman en Cristo hasta la muerte. Ambos están dispuestos a hacer los mayores sacrificios el uno por el otro solo para salvar el alma del cónyuge para la vida eterna. El matrimonio cristiano, que cumple con los mandamientos y las leyes de Dios, está entrelazado con la cruz de Cristo y se convierte en paraíso terrenal y hogar amoroso para los niños. Una familia así es un buen ejemplo no solo para sus hijos, sino también para su entorno. Por lo tanto, los cónyuges necesitan una fuente de instrucción sana y de aliento; deben recordar orar juntos todos los días, especialmente en la hora santa de las ocho a las nueve de la noche.

Es importante saber que la juventud pura es la mejor preparación para un matrimonio feliz.

Los religiosos y sacerdotes, aunque hayan hecho voto de castidad a Dios de por vida, deben ser conscientes de que no son eximidos de la tentación y de la lucha por la pureza de corazón. Tarde o temprano, cada uno de ellos —tal vez con algunas honrosas excepciones— se enfrentará a una prueba existencial. ¿Cómo asegurarse de soportar la prueba? ¡Esfuérzate por vivir tu vida consagrada plenamente desde el corazón! Evita la ocasión de caer en el pecado, no juegues con fuego y lucha por la pureza de corazón. Esto requiere una verdadera autocrítica, el espíritu de oración interior y una verdadera comunidad religiosa o sacerdotal. Los sacerdotes dedicados a la pastoral deben pasar al menos un día completo a la semana en oración y comunión fraterna… (véase Hch 2:42). También deben observar un día penitencial de oración al mes; se trata de la luna nueva bíblica o el llamado sábado de Fátima.

Si, a pesar de ser sincero ante Dios, has sido engañado por el enemigo en el ámbito de la castidad, arrepiéntete de verdad inmediatamente después de confesar este pecado. El verdadero arrepentimiento vence no solo al demonio del orgullo y del autoengaño, sino también al demonio impuro que engañó tu mente y tomó el control de tu voluntad. Aquí también la causa de la caída fue la ceguera —el orgullo— que, como dice el dicho, «precede a la caída». Una persona que elude la ley de Dios embota su conciencia a sabiendas. Al principio pasa por alto deslices menores, lo que finalmente resulta en una trágica caída. Deseo recordar: generaciones enteras de santos monjes y sacerdotes que nos precedieron respetaban las leyes de Dios y vivían una vida de castidad. Tú tampoco puedes alinearte con el espíritu de este mundo. El espíritu de este mundo nos aparta de una comunión viva con Dios. Nos hace ver la oración como una carga insoportable. Pero sigue siendo cierto que los santos se han convertido en santos mediante la oración; ¡Eran hombres y mujeres de oración! La oración interior es realmente la base de la vida espiritual de un monje y de un sacerdote. En la oración, hay que luchar tanto contra la pereza física y mental como contra la distracción. No voy a hablar ahora de la experiencia de la oración interior, que es una relación personal con nuestro Señor y Salvador. Supongo que estoy hablando principalmente a las almas que rezan con regularidad y llevan una vida espiritual. La verdadera comunión sacerdotal es una ayuda eficaz para cada sacerdote aislado.

Hoy en día, los sacerdotes y religiosos están expuestos a la influencia del mundo, especialmente a través del celular e Internet. Ahora la necesidad de autodisciplina es mayor que hace 70 años con la llegada de la televisión. Por eso, esta lucha contra el espíritu inmundo mundial, que controla casi todos los medios de comunicación, requiere una vigilancia extrema. ¡Estas influencias externas deben tomarse en serio y ser vistas como un gran peligro!

El mayor peligro, sin embargo, está dentro de nosotros. Por lo tanto, quiero reiterar que un religioso o sacerdote debe recordar conservar la pureza de sus pensamientos y sentimientos. Las palabras de Jesús acerca de «cortar la mano o el pie» se aplican especialmente aquí. Uno puede abrir la puerta a la impureza incluso sin usar la mano, el pie o el ojo. Incluso si te cortas las manos y los pies o te sacas tus ojos físicamente, aun así no estarás a salvo de pecar con tu ojo interior, es decir, tu imaginación y tus pensamientos y sentimientos impuros.

La batalla por la pureza es más fácil para los religiosos que, obligados por las reglas religiosas, revelan la tentación o ataque a su padre espiritual inmediatamente. También están protegidos por su comunidad religiosa.

Un celoso predicador cometió pecado contra la castidad y dejó el ministerio sacerdotal. La raíz de su caída fue que construyó su vida espiritual sobre las opiniones cambiantes de los teólogos liberales contemporáneos. Se consideran a sí mismos autoridades eclesiásticas, pero no siguen a Jesucristo. No tienen ninguna experiencia de batalla espiritual o vida espiritual. Son solamente teóricos que tal vez puedan transmitir alguna información religiosa interesante, pero su ego y su intelecto son la máxima autoridad para ellos. La «locura de la cruz» (1 Co 1, 20-25) y el poder de Dios prácticamente no tienen cabida en su vida. Tienen tanta empatía con los pecadores y los pecados que finalmente aprueban el pecado. Al hacerlo, se oponen a Dios y a la ley de Dios. Hoy estamos cosechando los frutos catastróficos del aggiornamento conciliar, que ha abierto la puerta al espíritu de este mundo.

¡Que las palabras de Jesús resuenen en nuestras almas: «Bienaventurados los de limpio corazón»! Y Jesús continúa: «¡Ellos verán a Dios!» (Mt 5, 8).

El que mantiene puros sus pensamientos y sentimientos tiene un corazón puro. Por lo tanto, es necesario en una etapa temprana, incluso si duele, cortar un recuerdo, una imagen o un sentimiento impuro, abandonar el lugar donde hay peligro de pecado y evitar la ocasión próxima del pecado. Esto requiere oración, humildad y verdadera autocrítica. De esta batalla depende también la salvación de tu alma. ¡No tengas miedo y lucha! «¿Por qué no puedes hacer lo que tantos otros han hecho?», dijo una vez San Agustín.

Queridos padres y hermanos, es especialmente a vosotros, a quienes llevo en mi corazón, a quienes escribo esta breve carta, pero quisiera que también sea de provecho para todos aquellos a quienes mostraréis con vuestro ejemplo el camino seguro de la salvación, que se realiza a través del seguimiento de nuestro Señor Jesucristo. Durante mucho tiempo he sentido que tengo una gran deuda con vosotros y debería hablar sobre este tema, ya que concierne a cada uno de vosotros. Tarde o temprano, es posible que te encuentres en una dura prueba, así que debes saber qué precauciones tomar para superarla.

¡Rezo por vosotros, para que seáis monjes y sacerdotes puros y santos!

En Cristo

 

+ Elías

Patriarca del Patriarcado católico bizantino

 

11 de mayo de 2022

 

Descargar: Bienaventurados los de limpio corazón (Mt 5, 8). Carta a los religiosos y sacerdotes (11/5/2022)

 

 

Volver arriba