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El Concilio Vaticano II expulsó al Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, y recibió el espíritu del mundo, el espíritu de la mentira

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La Iglesia tiene el deber primordial de proclamar el Evangelio de Cristo. En el poder del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, debe conducir a las almas a la salvación a través del arrepentimiento. El Concilio Vaticano II despreció este fundamento. Los teólogos heréticos fueron designados como moderadores del Concilio. Hicieron avanzar el espíritu del modernismo, que ya había sido condenado por San Pío X a principios del siglo XX. Mediante el método histórico-crítico, el modernismo pone en duda a Jesucristo como único Salvador, Su resurrección real e histórica, así como la inspiración divina de las Escrituras. Utiliza astutamente términos ambiguos para cuestionar las verdades de la fe.

También se usaron términos ambiguos en muchos documentos del Vaticano II para oscurecer las herejías del modernismo. A pesar de esto, se repetía constantemente que el Concilio era obra del Espíritu Santo, y, por lo tanto, todo católico estaba obligado a cumplir plenamente con el espíritu del Vaticano II. Este fue un gran fraude que no se pudo demostrar por más de medio siglo.

El fruto chocante del Vaticano II ha madurado hoy en día a través de Francisco Bergoglio, un archihereje y usurpador de la autoridad papal. Predica un antievangelio sodomita, coronavírico, sinodal, ecológico y culto-idólatra que atrae el anatema de Dios según Gal 1, 8-9. En Canadá este antievangelio implicaba incluso la consagración a los demonios bajo la guía de un chamán que tocaba un silbato de hueso de pavo salvaje.

Es cierto del Concilio, lo que dijo el Salvador: «Cada árbol se conoce por su fruto». Cincuenta y siete años después del final del Vaticano II, estamos recogiendo frutos desastrosos. ¿Qué habría pasado en tiempos preconciliares si alguien hubiera promovido la sodomía o besado los pies a un transexual, favoreciendo así esta perversión? ¿Y si hubiera impulsado la islamización de cada parroquia y cada monasterio? ¿Y si hubiera publicado la exhortación Amoris laetitia, en la que habría anulado los principios morales universalmente válidos, así como los mandamientos de Dios? ¿Y si hubiera aprobado abiertamente la llamada educación sexual, que impone la masturbación esclavizante y pecaminosa a los niños a partir de los cuatro años y los manipula para que se sometan a una trágica reasignación de género? ¿Y si hubiera dicho abiertamente que «el sexo necesita ser educado (a los niños) sin rigidez», en otras palabras, sin ningún tipo de restricción?

¿Y qué habría pasado si tal sucesor del apóstol Pedro hubiera hecho esfuerzos para la legalización del matrimonio sodomita y la adopción de niños por los sodomitas? ¿Y si hubiera obligado a todo el personal del Vaticano y a todos los católicos a aceptar un suero genético, llamado vacuna, hecho del tejido arrancado de un niño no nacido aún vivo? ¿Y si hubiera abierto el Concilio con una procesión solemne con el demonio Pachamama en una canoa llevada por obispos y brujas a la basílica de San Pedro? ¡Todos los mártires y santos se habrían revuelto en sus tumbas! ¿Y si, después de todo eso, un chamán hubiera consagrado a tal papa a los demonios tocando entretanto un silbato de hueso de pavo salvaje? ¿Comprendéis, queridos católicos, que esto es algo impensable? ¡Y todo esto es una dura realidad hoy en día! El trono papal está ocupado por un blasfemo y apóstata, es decir, ¡un papa inválido! Si lo reconocéis como papa válido, habéis renunciado a Cristo y a Sus enseñanzas así como a vuestra propia salvación, y si no os arrepentís de ello, os espera el infierno.

¿Cómo es posible que un archihereje pueda haber ocupado el trono papal? Esto se debe a que hubo un punto de inflexión en el espíritu y la doctrina en el Concilio Vaticano II. El Concilio expulsó al Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, y recibió el espíritu del mundo, el espíritu de la mentira. A menos y hasta que el Concilio Vaticano II sea condenado como herético, la Iglesia no puede ser restaurada. El salmista dice: «Si los fundamentos son destruidos, ¿qué puede hacer el justo?» (Sal 11, 3).

Aunque en su libro de 1984 el ex cardenal Ratzinger señaló los frutos destructivos del Concilio Vaticano II, trató de explicar que era el resultado de una mala interpretación del Concilio.

El arzobispo Carlo Maria Viganò, ex nuncio en los Estados Unidos, evaluó correctamente el Concilio Vaticano II cuando dijo que no solo no podía ser revisado sino que debía ser rechazado como herético. ¡Esa fue y es una palabra profética para la Iglesia! También fue el único de los prelados eclesiásticos que no tuvo miedo de hablar en contra de la vacunación experimental o en contra del Estado profundo y la Iglesia profunda. Al hacerlo, ha dado de nuevo una palabra profética no solo a la Iglesia, sino también al mundo contemporáneo.

¿Qué podemos esperar del camino sinodal y de su promotor? Ahora ha quedado claro que el llamado camino sinodal es una desviación programada de todos los dogmas básicos que garantizan la salvación. Bergoglio procura conseguir la transición de la Iglesia católica a la sinagoga de Satanás, la anti-Iglesia de la Nueva Era. ¿Cómo puede ser que la Iglesia haya adoptado este programa suicida? La respuesta es que sin el Vaticano II no hubiera sido posible.

Si el Vaticano II hubiera sido obra del Espíritu Santo, como se afirma, lo primero que habría hecho el Concilio sería condenar a los modernistas y herejes del pecado contra la fe y mostrar un modelo verdadero para la renovación de la Iglesia a través del arrepentimiento. Sin embargo, el Concilio sustituyó el arrepentimiento por el antiarrepentimiento y la misión por la antimisión o, en otras palabras, por el diálogo interreligioso suicida.

Conclusión

El primer paso del arrepentimiento para la Iglesia católica es llamar verdad a la verdad, mentira a la mentira, y también llamarle herético al Concilio Vaticano II, es decir, inválido. ¿Por qué? Porque el Concilio Vaticano II expulsó de la Iglesia al Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, y recibió el espíritu del mundo, el espíritu de la mentira.

Durante su visita a Canadá, donde promovió el sincretismo con el paganismo, Bergoglio dijo: «Soy solo la guinda del pastel». Ese pastel, pero envenenado, es el Concilio Vaticano II.

 

+ Elías

Patriarca del Patriarcado católico bizantino

+ Metodio OSBMr         + Timoteo OSBMr

obispos secretarios

 

20 de agosto de 2022

 

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